jueves, 31 de enero de 2013

LA CIUDAD ROMANA

LA CIUDAD ROMANA




EL CIRCO MÁXIMO




EL ANFITEATRO FLAVIO O COLISEO




LAS TERMAS DE CARACALLA




EL FORO ROMANO




EL FORO DE TRAJANO




RECONSTRUCCIÓN INFOGRÁFICA DEL FORO ROMANO 




LA CASA GRIEGA 




LA CASA ROMANA





LA CASA GRIEGA 






LAS CASAS ROMANAS O DOMUS 










jueves, 24 de enero de 2013

ROCOCÓ, NEOCLASICISMO, ROMANTICISMO Y REALISMO



TAREA DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL ARTE DEL SIGLOS XVIII Y XIX: ROCOCÓ, NEOCLASICISMO, ROMANTICISMO Y REALISMO 

-LOS  ALUMNOS  FORMARÁN 4 GRUPOS DE 5 ALUMNOS
-LOS ALUMNOS INVESTIGARÁN LAS CARACTERÍSTICAS DE UN MOVIMIENTO ARTÍSTICO, ROCOCÓ, NEOCLASICISMO, ROMANTICISMO Y REALISMO, PROFUNDIZANDO EN SUS DIFERENTES MANIFESTACIONES: ARQUITECTURA, PINTURA Y ESCULTURA. TRABAJARÁN LAS CARACTERÍSTICAS, LOS PROTAGONISTAS Y LAS OBRAS MÁS REPRESENTATIVAS DE CADA UNO DE LOS CITADOS MOVIMIENTOS Y SUS MANIFESTACIONES, ES DECIR, PINTURA, ESCULTURA Y ARQUITECTURA.  
-EL RESULTADO DE ESTA INVESTIGACIÓN SERÁ EXPUESTA EN CLASE A TRAVÉS DE UNA PRESENTACIÓN POWER POINT.
-SE VALORARÁ:
a.      LA CORRECTA EXPOSICIÓN DE TODOS LOS CONTENIDOS DEL TRABAJO.
b.      LA CORRECCIÓN Y CLARIDAD EN LA ORTOGRAFÍA Y EN LA SINTAXIS DE LAS DIAPOSITIVAS QUE FORMAN PARTE DEL TRABAJO. [LOS PÁRRAFOS DEBEN ESTAR CORRECTAMENTE ESCRITOS Y REDACTADOS]
c.       LA CORRECTA COORDINACIÓN DE LOS MIEMBROS DEL GRUPO A LA HORA DE REALIZAR EL TRABAJO.
d.      EL INTERÉS DEL GRUPO EN EL TRABAJO A TRAVÉS DE LA INCLUSIÓN DE DATOS QUE  MEJOREN LA COMPRENSIÓN DEL TRABAJO Y QUE APORTEN VALOR AL TRABAJO Y LA PRESENTACIÓN: MAPAS, GRÁFICOS, IMÁGENES, CLIPS DE VIDEO  O  CUALQUIER  DOCUMENTO QUE  APORTE  INTERÉS AL TRABAJO.
e.      LA CORRECTA PRESENTACIÓN DEL TRABAJO A TRAVÉS DE LA PRESENTACIÓN EN POWER  POINT [ORIGINALIDAD, LIMPIEZA Y ORDEN DE LAS DIAPOSITIVAS.
f.        EL USO CORRECTO DE PROGRAMAS INFORMÁTICOS: POWER POINT, WORD, ETC.


FECHA DE EXPOSICIÓN:
VIERNES 24 DE OCTUBRE DE 2014 4º A Y B
JUEVES 23 DE OCTUBRE DE 2014 4º C
TODOS LOS GRUPOS TIENEN QUE TENER EL TRABAJO PARA ESE DÍA. LOS TRABAJOS SERÁN EXPUESTOS ESE MISMO DÍA.

LA CIUDAD EN EL MUNDO CLÁSICO

LA CIUDAD Y LAS CASAS GRIEGAS


LA ACRÓPOLIS


LA ATENAS DE PERICLES

 


EL ERECTEÓN


EL PARTENON

lunes, 21 de enero de 2013

TAREA SOBRE LA GLOBALIZACIÓN


¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN?



¡...QUIZÁ EL FILÓSOFO NOAM CHOMANSKY NOS PUEDA EXPLICAR QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN! DESDE UNA PERSPECTIVA DIFERENTE.






A lo mejor la Explicación de Chomnsky es algo compleja. Lee con atención el siguiente texto para obtener más información:

   Intentar explicar algo tan complejo como la globalización requiere un ejercicio de síntesis no menos complejo.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) la globalización es una interdependencia económica creciente entre los países, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo de la difusión acelerada de tecnología.

¿Y qué viene a significar todo este párrafo? Más o menos, el FMI dice que nuestra sociedad comenzó durante la segunda mitad del siglo XX a realizar una serie de cambios propiciados por los intercambios comerciales, las inversiones en diferentes países, la implantación de empresas en diversos lugares (multinacionales: Honda, Nike, Toyota, Microsoft…) que han propiciado que la economía de un país esté directamente relacionada con otras economías.

Si te fijas, el FMI sólo habla de capitales, economía, bienes…, es decir, dinero. El FMI es la institución central del sistema monetario internacional, es decir, el sistema de pagos internacionales y tipos de cambio de las monedas nacionales que permite la actividad económica entre los países. Por lo tanto, el fenómeno de la globalización está íntimamente relacionado con la economía, con el afán de ganar de dinero.

Como consecuencia de estas relaciones económicas en las que empresas e intereses de diversos grupos han ido instalándose en diversos países, las culturas de los distintos países han ido mezclándose, interactuando, provocando la aparición de una cultura global, independiente de las naciones. Todo este proceso se ha visto acelerado de manera vertiginosa y, casi fuera de control, por la difusión de las nuevas tecnologías. Hoy en día un suceso acaecido en Australia es conocido en España a los pocos minutos o segundos. Tal es la inmediatez en la que nos movemos.

Esta mezcla de culturas, este sentimiento de sentirnos miembros de una comunidad global es conocida como ALDEA GLOBAL. Sin embargo, ¿es todo positivo en el fenómeno de globalización? ¿Sus efectos repercuten en el ciudadano de una manera clara y manifiesta logrando que vivamos mejor?




ALGUNAS NOTICIAS SOBRE LA GLOBALIZACIÓN. Fíjate en este titular de periódico y explica por qué noticias como ésta ilustran perfectamente el fenómeno de la globalización. 




Extraído del blog del Profesor Oña.



Observa la siguiente imagen y haz un breve comentario teniendo en cuenta lo que has aprendido en clase sobre de la globalización.





Extraído del blog del Profesor Oña.

Si quieres saber más sobre la globalización pincha en el siguiente enlace o echa un vistazo a cualquiera de los documentales que hay propuestos a continuación...

http://www.elmundo.es/especiales/2001/07/sociedad/globalizacion/


Los amos del mundo.


La estrategia de Simbad.


El mundo de hoy.


Un mundo desigual.


Camino de la extinción.


La larga noche de los 500 años.


El siglo de la gente.




TAREA: LA GLOBALIZACIÓN

1.      FORMAR GRUPOS DE 4 ALUMNO
2.   PUNTOS A DESARROLLAR:

1.     ¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN? INVESTIGA LA HISTORIA DEL CONCEPTO Y EXPLICA EL CONCEPTO ACTUAL. 
2.  ENUMERA LOS RASGOS Y FACTORES DE LA GLOBALIZACIÓN A NIVEL GENERAL Y SEÑALAR CUÁLES DE ESOS RASGOS Y FACTORES SON VISIBLES EN TÚ LOCALIDAD. PON EJEMPLOS.
3.     ENUMERA LOS EFECTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS DE LA GLOBALIZACIÓN.
4.     SEÑALA CUÁLES SON LAS PRINCIPALES INSTITUCIONES DE LA ECONOMÍA MUNDIAL. INVESTIGA Y EXPLICA SUS OBJETIVOS, ACTUACIONES, MIEMBROS Y FUNCIONAMIENTO.
5.  SEÑALA CUÁLES SON LOS CENTROS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL. INVESTIGA Y EXPLICA CUÁLES SON ESTOS CENTROS Y POR QUÉ SUS ECONOMÍAS SON LAS MÁS INFLUYENTES DEL MUNDO. EXPLICA CUÁLES SON LAS ECONOMÍAS MÁS FUERTES DENTRO DE LA UE. Y SEÑALA EL  LUGAR QUE OCUPA ESPAÑA DENTRO DE LA U.E.
6.  RESUME BREVEMENTE, EN POCAS LINEAS,  EL ARGUMENTO DEL DOCUMENTAL QUE LE HA TOCADO AL GRUPO. (MÁXIMO UN PÁRRAFO DE 5 LINEAS)
7.      ENUMERA LAS PARTES EN LAS QUE SE DIVIDE EL DOCUMENTAL, RESUME CADA UNA DE ESAS PARTES Y SEÑALA  AQUELLO QUE CONSIDERES MAS INTERESANTE, ARGUMENTANDO EL POR QUÉ.
8. IDENTIFICA LOS PERSONAJES MÁS INTERESANTES, SUS IDEAS Y ACTITUDES FRENTE LOS ACONTECIMIENTOS QUE NARRA EL DOCUMENTAL.
9.     EXPOSICIÓN DE UN REPORTAJE FOTOGRÁFICO SOBRE ALGÚN ASPECTO DE LA GLOBALIZACIÓN EN TU LOCALIDAD. EL REPORTAJE DEBERÁ SER EXPUESTO Y ARGUMENTADO.

EL TRABAJO ESCRITO  DEBERÁ CONTENER:

a.      TRABAJO ESCRITO: PORTADA, ÍNDICE, BIBLIOGRAFÍA / INTERNETGRAFÍA Y CONTRAPORTADA.
b.     POWER POINT. REPORTAJE FOTOGRÁFICO SOBRE LOS RASGOS, FACTORES O CONSECUENCIAS POSITIVAS Y/O NEGATIVAS DE LA GLOBALIZACIÓN.

-SE VALORARÁ:
1. LA CORRECTA EXPOSICIÓN DE TODOS LOS CONTENIDOS DEL TRABAJO.
2.   LA CORRECCIÓN Y CLARIDAD EN LA ORTOGRAFÍA Y EN LA SINTAXIS [LOS PÁRRAFOS DEBEN ESTAR CORRECTAMENTE ESCRITOS Y REDACTADOS YA SEA EN EL TRABAJO ESCRITO O LAS DIAPOSITIVAS EN POWER POINT QUE FORMAN PARTE DEL TRABAJO.]
3.  LA CORRECTA COORDINACIÓN DE LOS MIEMBROS DEL GRUPO A LA HORA DE REALIZAR EL TRABAJO.
4.   EL INTERÉS DEL GRUPO EN EL TRABAJO A TRAVÉS DE LA INCLUSIÓN DE DATOS QUE  MEJOREN LA COMPRENSIÓN DEL TRABAJO Y QUE APORTEN VALOR AL TRABAJO Y LA PRESENTACIÓN: MAPAS, GRÁFICOS, IMÁGENES, CLIPS DE VIDEO  O  CUALQUIER  DOCUMENTO QUE  APORTE  INTERÉS AL TRABAJO.
5.   LA CORRECTA PRESENTACIÓN DEL TRABAJO POR ESCRITO O EN LA CONSIGUIENTE  PRESENTACIÓN EN POWER  POINT [ORIGINALIDAD, LIMPIEZA Y ORDEN DEL TRABAJO Y/O DE LAS DIAPOSITIVAS DEL POWER POINT.
6.  EL USO CORRECTO DE PROGRAMAS INFORMÁTICOS: POWER POINT, WORD, ETC. 




viernes, 18 de enero de 2013

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (TEXTOS)



La guerra vista por los que la vivieron

Cinco centenarios nos hablan un siglo después de la guerra y de sus vidas a caballo entre dos siglos. Nos prestan sus recuerdos, un extraordinario y valioso eslabón con el pasado


Dorothy Ellis junto a una foto de su marido, que combatió durante la I Guerra Mundial.

Dorothy Ellis, Reino Unido.

"Se suponía que iba a ser la guerra que acabara con todas las guerras pero no lo fue”

Durante su noviazgo no surgió el tema de la Primera Guerra Mundial. Fue después de casarse cuando advirtió una cicatriz del tamaño de una moneda en la parte inferior de la pierna de su marido, Wilfred.
“Al principio no hablamos de la guerra”, dice. “Teníamos muchas otras cosas de las que hablar. Y, como a muchos otros hombres de la época, no le gustaba hablar de lo que había vivido. Pero cuando vi la herida le pregunté. Me dijo: ‘Es un agujero de bala’, y entonces empezó a contarme cosas poco a poco”.
Dorothy, de 92 años, es la última viuda superviviente de un soldado británico de la Primera Guerra Mundial. No nació hasta tres años después de la guerra y no se casó con Wilfred hasta 1942. Pero sus recuerdos de él, las conversaciones que mantenía y las escasas reliquias que conserva de cuando él era un adolescente que luchaba en el horror embarrado del Frente Occidental ofrecen un extraordinario, frágil y valioso eslabón con la Gran Guerra.
“Cuando vi la cicatriz me contó cómo le dispararon en el tobillo y casi no podía andar”, recuerda Dorothy. “Se apoyó en el hombro de un amigo que le ayudó a atravesar la tierra de nadie. Llegaban balas de todas partes, pero consiguieron esquivarlas y llegar al otro lado. El amigo le dijo: ‘Aquí estamos, no puedo hacer más por ti’. Wilfred contestó: ‘Muchas gracias’”.
Estaban metiendo a los heridos en carromatos. Wilfred preguntó si podían llevarle y se las arregló para subir. “Ocupó la última plaza”, dice Dorothy.
Wilfred tenía 19 años y no le dejaron remolonear en el hospital. “Había tantos muertos que les ordenaban volver al frente incluso aunque todavía no estuvieran bien del todo”.
Dorothy sabe con exactitud la fecha de la herida porque Wilfred la anotó en la primera página de una Biblia diminuta que llevaba, hoy una reliquia delicada y llena de señales de su servicio. Escribió: “Herido en marzo de 1918”. La siguiente anotación es igual de breve: “Gaseado en agosto de 1918”.
“Fue el fosgeno”, explica Dorothy. El ataque con gas se produjo durante la segunda betalla del Somme. “No pudo eludirlo”, dice. “Fue una batalla terrible. Una vez más, uno de sus amigos le ayudó a llegar a una trinchera vacía. Wilfred me contó que se quedó allí, tendido, esperando y rezando para que se detuviera la lucha. Al cabo de un rato, apareció un soldado alemán que entró de un salto, armado con una bayoneta que apuntó al estómago de Wilfred. Este creyó que le había llegado la hora. Pero, por alguna razón, el alemán se fue. Seguramente, me contó mi marido, creyó que era un pobre diablo y que no merecía la pena el esfuerzo. Nuestros soldados se apoderaron de la trinchera y Wilfred se salvó”.
Una de las cosas que más lamentaba Wilfred era que los soldados supieron con retraso que se había terminado la guerra, en noviembre de 1918. “Al principio no se dio cuenta”, dice Dorothy. “Siguieron luchando, la guerra continuó para ellos. Se enteraron al día siguiente, y fue horrible, porque hubo hombres que murieron o resultaron heridos cuando la guerra ya se había terminado”.
La última anotación de Wilfred en la biblia dice: “Regreso a casa diciembre de 1918”, y entonces comenzó el resto de su vida. “Quiso dejarlo atrás y continuar con su vida. No tenía malos sentimientos. Siguió adelante. Era una persona que tenía una fe muy sólida y creo que la oración le ayudó”.
De vuelta en Inglaterra, la familia de Wilfred le ayudó a recobrar la salud. Tenía talento musical y vivió días felices como primer violinista en la orquesta del transatlántico Empress of Britain, convencido de que el aire de mar le ayudaría a recuperarse de los efectos del gas, aunque siempre sufrió brotes de bronquitis. A pesar del disparo en el tobillo, era buen bailarín.
Se mudó de Londres a Devon, donde conoció y se enamoró de Dorothy, pese a tener el doble de años que ella. Se casaron y establecieron una tienda de antigüedades. Uno de sus vecinos era el escritor Michael Morpurgo, que escribió algunos elementos de su libro War Horseinspirándose en las historias de la guerra que le contaban Wilfred y otros habitantes del pueblo.
Durante todo ese tiempo, Dorothy siempre quiso que Wilfred le contara cosas. En una ocasión le preguntó porqué se había alistado antes de cumplir 18 años. “Le pregunté por qué lo había hecho”, dice. “El caso es que era alto, (1,88) y delgado. Parecía mayor, y en esos días, en Inglaterra, las señoras daban una pluma blanca, una señal de cobardía, a los hombres que no iban de uniforme. Wilfred me contestó: ‘Me propuse que ninguna señora tuviera que darme nunca ninguna pluma. Así que me alisté y me fui’”.
Sin embargo, nunca se enfadó por haber ido a la guerra. “Murieron y resultaron heridos muchos de sus amigos, pero él no estaba enfadado”, asegura Dorothy. “Y nunca sintió hostilidad hacia los alemanes. Pensaba que fue una terrible pérdida de vidas en ambos bandos y que nadie salió ganando”.
“Una vez hizo prisioneros a unos alemanes. Y que vio que estaban haciendo lo mismo que nosotros, luchando por su país, igual que los nuestros luchaban por nuestro país. Cuando hay que sufrir, todos son iguales”.
Tras lo que Dorothy llama una “larga y deliciosa historia de amor”, Wilfred murió en 1981, a los 82 años. Su viuda ha regalado a un museo su herramienta de cavar trincheras, pero se ha quedado con la Biblia y con un recordatorio bordado que Wilfred envió a su madre, Lavinia, desde Francia, que dice “Que Dios te acompañe, hasta que nos veamos”, y que contiene una pequeña flor seca, cogida en el campo de batalla.
No quiere separarse de la fotografía de un Wilfred adolescente, seguro y contenido en su uniforme. “Me parece una foto preciosa. Parece amable y decidido. Por supuesto que estoy orgullosa de él, muy orgullosa de él y de lo que hizo. Era una persona maravillosa”.
¿Sus experiencias en el Frente Occidental le dejaron cicatrices mentales, además de físicas? “Siempre decía que perder a los compañeros le hacía pensar a veces que nunca debería haber sido así. A la hora de la verdad, no gana nadie, todos pierden de una forma u otra. Wilfred siempre decía que se suponía que iba a ser la guerra que acabara con todas las guerras pero no lo fue. Las guerras siguen existiendo”. Por Steven Morris (The Guardian)

Emma Morano, Italia.

Con 114 años, la mujer más anciana de Europa conserva aún recuerdos de su recorrido a caballo entre siglos



Emma Morano en su casa de Verbania, al norte de Italia. / DANILO GIODES
“Augusto y yo soñábamos con tener una vida juntos, éramos jóvenes y estábamos prometidos. Él había nacido en 1899, como yo. Cuando llamaron a los soldados a la guerra, se fue a luchar a las montañas, con los alpinos. Nos dijimos adiós. Durante un tiempo recibí cartas de él, que, por supuesto, hablaban de amor. Y de la guerra. Hasta que dejaron de llegar cartas. Y nunca más volví a ver a Augusto”.
Emma Morano tiene 114 años, es la mujer más anciana del Viejo Continente y conserva todavía muchos recuerdos de su recorrido a caballo entre siglos. Algunos nítidos, y otros que se confunden con otros muchos ya esfumados. En los años de la Gran guerra, ya se había trasladado con la familia de su pueblo de origen, Civiasco nel Vercellese, a Villadossola, donde el padre había encontrado trabajo en una fábrica de acero.
Hoy, la abuela de Europa vive en Pallanza, Verbania, a 150 pasos del monumento que desde 1932 -cuatro años después de su muerte- alberga los restos del general Luigi Cadorna, el jefe de Estado mayor de Italia entre 1915 y 1918. “Le llamaban el príncipe de la guerra”, recuerda Emma Morano. Y así es precisamente como se define al mariscal de Italia en una inscripción en el interior del mausoleo, vigilado por 12 estatuas de soldados esculpidas en la piedra del valle de Ossola. Una suerte y un homenaje muy distintos a los de los 102 nombres recordados en la modesta lápida situada allí cerca, los nombres de los caídos en combate. Tenientes, capitanes, cabos. Jóvenes.


La familia de Emma morano en los primeros años del siglo XX.
Historias y rostros que podrían superponerse con el de Augusto, un chico del 99. “Era de Villadossola”, cuenta Emma. “En aquellos años habitábamos en una de las casas de obreros dentro de la planta de acero. Yo era joven, me gustaba cantar y, cuando la gente pasaba bajo mi ventana, se paraba a escuchar. Tenía una voz bonita. Y Augusto se enamoró. Junto con mi hermana Angela, escuchábamos a menudo la radio, las noticias que llegaban del frente. Eran años de ilusiones, aunque estuviéramos en guerra. Íbamos a bailar y, si no volvíamos a casa a la hora fijada, mi madre venía a buscarnos y nos daba golpes en las piernas. Comíamos arroz, un poco de pan y queso y nos calentábamos con la estufa. Yo también llevaba dinero a casa, había empezado a trabajar a los 13 años en el Jutificio Ossolano, la fábrica de objetos de yute. Hacíamos sacos con una máquina de coser de ocho o nueve metros, y debíamos tener cuidado de no romper nada, porque teníamos que pagarlo. Pero tenía mala salud, y el médico me aconsejó mudarme a Pallanza, donde encontré trabajo en el Jutificio Maioni, del mismo dueño. La guerra ya había terminado y así inicié un nuevo capítulo de mi vida”. Sin Augusto, un chico del 99 caído en los campos de batalla que Europa, un día, volvería a unir. Con Emma, que aquí sigue, a sus 114 años, en su casa a dos pasos del Lago Mayor, llena de recuerdos y emociones. Por Carlo Bologna (La Stampa)

Ovsanna Kaloustian, Francia.

La historia de una de las últimas supervivientes del genocidio armenio en 1915

La diminuta mujer ya no sale mucho a la calle en Marsella. Camina apoyada en un bastón, mimada y protegida por su hija y sus nietos. Pero, cuando alguien evoca su infancia, los ojos se le iluminan y los recuerdos vuelven, perfectamente intactos. Ovsanna Kaloustian, de 106 años, es una de las últimas supervivientes del genocidio armenio en 1915. Una portadora de memoria, muy consciente de su papel, a punto de cumplirse el centenario de la tragedia. «Dios me dejó con vida para que lo contara», repite en los últimos años.


Ovsanna Kaloustian
Del terror, de las matanzas y las deportaciones de su pueblo en laTurquía otomana, Ovsanna conserva una multitud de imágenes y detalles que relata con fogosidad. Nació en 1907 en Adabazar, una ciudad situada a unos 100 kilómetros al este de Estambul, y creció en una casa muy belbonita, tres pisos y jardín, enfrente de la iglesia del barrio. En aquel entonces, la ciudad era un importante cetro comercial y artesano, y los armenios, que ascendían a unas 12.500 personas en 1914, constituían la mitad de sus habitantes. Ovsanna recuerda que «hasta los griegos y los turcos hablaban armenio». De hecho, ella no aprendió turco hasta la deportación. Su padre tenía un bar, que al mismo tiempo era peluquería y consulta en la que se sacaban muelas. Ella bebía allí su té cada mañana, antes de irse al colegio.
Ovsanna tiene ocho años en 1915, cuando, en plena guerra, el gobierno de los Jóvenes Turcos da la orden de deportar a los armenios. En Adabazar, la orden llega a mitad de verano. «Era un domingo, la madre de Ovsanna regresaba de la iglesia. Y el cura acababa de anunciar que había que evacuar la ciudad en tres días, barrio por barrio», cuenta Frédéric, nieto de la superviviente y depositario de la memoria familiar. Las caravanas, a pie, se ponen en movimiento hacia el sur y el este. Ovsanna, sus padres, su hermano, sus tíos, tías y primos, llegan a Eskisehir, donde les encierran en un tren. Así, en esos vagones para animales, enviarán a miles de armenios a los desiertos de Siria. Sin embargo, el tren que transporta a la familia se detiene a mitad de camino, en la estación de Cay, cerca de Afyon. Les ordenan que monten un campamento provisional. Los centros de clasificación de más adelante están congestionados. Por fin, dos años después, les dispersan, y ellos corren a esconderse en el campo circundante. Ovsanna tiene ya 10 años y lo que más teme son los secuestros de niñas a manos de los bandoleros (çete) que colaboran con el ejército otomano.
Con el armisticio, en 1918, los supervivientes intentan volver. La familia de Ovsanna encuentra su casa calcinada y decide volver a irse, bajo la presión de los turcos que ocupan ahora la ciudad. El éxodo comienza en dirección a Estambul. En 1924, los tíos y los primos se embarcan haciaEstados Unidos. Cuatro años más tarde, la joven Ovsanna se sube a un barco que se dirige a Marsella. «Llegamos en diciembre, bajo la nieve», recuerda. Como tantos otros --el 10% de la población actual de Marsella está formado hoy por descendientes de los fugitivos del genocidio armenio--, se instala, cose un poco para ganarse la vida, se casa con Zave Kaloustian, único superviviente de una familia masacrada, abre una tienda de comestibles orientales, consigue un pedazo de tierra y construye allí su casa. "La abuela nos enseñó armenio, pero la historia nos la transmitió después", cuenta su nieto. Ovsanna milita en asociaciones culturales, participa en las manifestaciones de la comunidad y sigue hoy prestando testimonio para combatir el negacionismo, incansable y siempre animada, cien años después de las matanzas. Para su descendiente, «negar el genocidio es rechazar la palabra de mi abuela». Por Guillaurme Perrier (Le Monde

Isidro Ramos, España.

“Había miedo de que la guerra llegara a España”

A sus 103 años, recuerda que los precios subieron durante la contienda que enriqueció a un país neutral
Isidro Ramos cumple hoy “cinco meses”. Cinco meses que se añaden a sus 103 años: con el siglo a la espalda, celebra los cumplemeses. Nació en un pueblo castellano, Aldeadávila de la Ribera (provincia de Salamanca), “el 20 de julio de 1910”. Entre sus primeros recuerdos está la Primera Guerra Mundial. Son los de un niño crecido en el atrasado campo español. “Oí algo de aquello, un poquito, pero no cogí fe ninguna [no me enteré mucho]. Se decía que había una guerra grande en Europa. Había miedo por si llegaba a España”. No llegó, pero sí tuvo efectos: un auge económico por los beneficios de las exportaciones a los contendientes. Ramos solo recuerda que “subieron los precios, las cosas se encarecían por la guerra”. Y en su familia “andaba la cosa escasa [de dinero]”.
El hombre habla con voz firme y frases cortas. Dispara los números. Por aquel entonces, cuando él era un niño chico, “las libras de pan costaban dos reales y dos perras, o sea, 12 céntimos”, dice. “Una fanega de trigo valía 15 pesetas, una de centeno, 12 y una de cebada, 11”. “Una fanega eran 43 kilos. Los precios subían de poco en poco, una perra o cinco reales…”, aclara este anciano que asegura manejarse con los euros. Una peseta, compuesta por 100 céntimos, equivale a 0,6 céntimos de euro.

Las lecciones de 1914

El historiador Christopher Clark, autor de 'The Sleepwalkers' ('Los sonámubulos') sobre los orígenes de la Gran Guerra, sostiene que la cultura occidental no es capaz de ver en el pasado más que los ecos de sus propias preocupaciones


El mariscal de campo Haesler y el conde Zeppelin durante la Gran Guerra. / CORBIS
En la primavera de 2011, yo estaba escribiendo un capítulo sobre la Guerra Ítalo-Turca de 1911, un conflicto que comenzó cuando el Reino de Italia atacó e invadió el territorio otomano que hoy llamamos Libia. Esta guerra, hoy casi totalmente olvidada, fue la primera en la que se emplearon aviones para tareas de reconocimento con el fin de indicar las posiciones enemigas a la artillería; también fue la primera en la que hubo bombardeos aéreos, con proyectiles arrojados desde los aviones italianos.
Cuando acababa de empezar a escribir, llegaron las noticias sobre los bombardeos en Libia. Exactamente cien años después, volvían a caer bombas sobre las ciudades libias y los titulares volvían a estar ocupados por los mismos nombres --Trípoli, Bengasi, Sirte, Derna, Tobruk, Zawiya, Misrata-- que los de los periódicos de 1911.
Las coincidencias eran extraordinarias, pero ¿qué significaban? La respuesta no está nada clara. El conflicto de 2011 fue muy distinto a su predecesor de un siglo antes. La Guerra Ítalo-Turca de 1911 fue la chispa inicial de la cadena de ataques oportunistas a los territorios otomanos en el sureste de Europa conocida como Primera Guerra de los Balcanes, que acabó con un sistema de equilibrios geopolíticos que hasta entonces había permitido contener los conflictos locales. Fue un paso más (entre muchos) en el camino hacia una guerra que consumiría primero a Europa y luego a gran parte del mundo. Existen pocos motivos para pensar que los bombardeos aéreos de 2011 vayan a acarrear unas consecuencias tan terribles como aquellas.
La historia no se repite pero, como decía Mark Twain, a veces rima. ¿Y qué significan esas rimas? Pueden ser meros síntomas del estrecho “presentismo” de una cultura occidental que no es capaz de ver en el pasado más que infinitos ecos de sus propias preocupaciones, una cultura obsesionada con los aniversarios y el recuerdo. Pero no debemos excluir la posibilidad de que esos momentos de déjà vuhistórico revelen genuinas afinidades entre un instante en el tiempo y otro.

El recurso a la historia resulta esclarecedor, sobre todo, cuando entendemos que nuestras conversaciones sobre el pasado son tan poco definitivas como nuestras reflexiones sobre el presente
En los últimos años, las afinidades se acumulan. Es ya casi un tópico decir que el mundo en el que vivimos se parece cada vez más al de 1914. Después de haber dejado atrás la estabilidad bipolar de la Guerra Fría, nos encontramos en plena lucha para encontrar sentido a un sistema que es cada vez más multipolar, opaco e impredecible. Igual que en 1914, una potencia en ascenso se enfrenta a otra superpotencia cansada (pero no necesariamente en declive). Surgen crisis descontroladas en zonas del mundo con gran importancia estratégica; en algunas, como el pulso actual en las Islas Senkaku del Pacífico occidental, intervienen de forma directa los intereses de las grandes potencias. A nadie que, desde la perspectiva de los primeros años del siglo XXI, evoque el rumbo que siguió la crisis del verano de 1914, pueden dejar de impresionarle los ecos contemporáneos. Comenzó con un escuadrón de terroristas suicidas y una caravana de automóviles. Detrás del crimen de Sarajevo estaba una organización basada en el culto al sacrificio, la muerte y la venganza; una organización dispersa en células repartidas por distintos países; que no rendía cuentas ante nadie y cuyos vínculos con cualquier gobierno soberano eran tangenciales y ocultos.
Incluso el furor actual a propósito de Wikileaks, el espionaje y los ataques informáticos chinos tiene equivalente en los comienzos del siglo XX: la política exterior francesa estuvo en peligro en los años anteriores a la guerra por una serie de filtraciones sobre informaciones confidenciales de alto nivel; a los británicos les preocupaba el espionaje ruso en Asia Central, y a principios del verano de 1914 un espía en la embajada rusa en Londres mantuvo informado a Berlín de las últimas negociaciones navales entre Gran Bretaña y Rusia. El caso más escandaloso de todos fue el del coronel austriaco Alfred Redl, que ascendió hasta convertirse en jefe de los servicios de contraespionaje de su país, pero en realidad era un agente que trabajaba para los rusos y les proporcionó valiosas informaciones militares hasta que lo detuvieron y le permitieron suicidarse en mayo de 1913.
¿La historia nos quiere contar algo? Y en ese caso, ¿qué? En el verano de 2008, después de una breve guerra entre Rusia y Georgia porOsetia del sur, el embajador ruso ante la OTAN, Dmitri Rogozin, aseguró que en el drama que se desarrollaba en el Cáucaso podía atisbar una reproducción de la crisis de julio de 1914. Incluso expresó su esperanza de que el presidente de Georgia (a quien consideraba la parte agresora en la disputa) no pasara a la historia como “el nuevo Gavrilo Princip”, en referencia al joven bosnio que asesinó al heredero al trono de Austria y su esposa el 28 de junio de 1914. Después de los asesinatos, el enfrentamiento entre Serbia y Austria-Hungría había arrastrado a Rusia y había transformado un conflicto local en una guerra mundial. Si Georgia lograba obtener el apoyo de la OTAN, ¿podría volver a suceder lo mismo?

La historia no se repite pero, como decía Mark Twain, a veces rima
Las negras profecías nunca se hicieron realidad. La OTAN se lo pensó dos veces antes de unir su destino al del impetuoso presidente georgiano, Mijail Saakashvili. Tras una breve exhibición naval de Estados Unidos en el Mar Negro, la crisis se desvaneció. Georgia no era la Serbia de principios del siglo XX, la OTAN no era la Rusia zarista, y el presidente Saakashvili no era Gavrilo Princip. El empeño de Rogozin de atar el presente a una analogía tendenciosa con el pasado no era un intento sincero de hacer un pronóstico con bases históricas, sino una advertencia a Occidente para que se mantuviera al margen del conflicto. Fue una afirmación históricamente inexacta y hermenéuticamente vacía.
Incluso en manos mejor informadas y menos manipuladoras, las analogías históricas se resisten a una interpretación categórica. Uno de los motivos, pero solo uno de ellos, es que la coincidencia entre el pasado y el presente nunca es perfecta, ni siquiera próxima. Pero la razón fundamental es que el significado de los acontecimientos del pasado es tan escurridizo --y tan discutible-- como su significado en el presente. Pensemos en China, por ejemplo. ¿La China de hoy es análoga a la Alemania imperial de 1914, como se dice a menudo? Incluso si decidimos que lo es, ¿qué enseñanzas podemos extraer del paralelismo? Si pensamos que la agresión alemana fue lo que verdaderamente empezó la Primera Guerra Mundial, podemos llegar a la conclusión de que Estados Unidos debería adoptar una línea dura contra las intromisiones de la China contemporánea. Pero si creemos, como creo yo, que la guerra de 1914-1918 fue consecuencia de las relaciones entre una serie de potencias, cada una de las cuales estaba dispuesta a recurrir a la violencia para defender sus intereses, entonces quizá podríamos deducir que necesitamos diseñar mejores formas de integrar a las grandes potencias nuevas en el sistema internacional. Como mínimo, 1914 es (como fue para el presidente John F. Kennedy durante la crisis de los misiles de Cuba en 1963) una historia aleccionadora sobre lo mucho que puede deteriorarse la política internacional, y a qué velocidad, y con qué consecuencias tan terribles.
Sigue siendo importante que rechacemos las interpretaciones manipuladoras o reduccionistas del pasado cuando se utilizan para apoyar unos objetivos políticos actuales. El recurso a la historia resulta esclarecedor, sobre todo, cuando entendemos que nuestras conversaciones sobre el pasado son tan poco definitivas como nuestras reflexiones sobre el presente. La historia es “la gran maestra de la vida pública”, dijo Cicerón. Dado que no vemos el futuro, es inevitable. Pero es una maestra excéntrica. La sabiduría de la historia no nos llega en forma de lecciones preempaquetadas, sino de oráculos, cuya relación con nuestra situación actual debemos averiguar.

Catorce herencias que cambiaron el mundo

El mundo cambió radicalmente después de la Gran Guerra. Cayeron los valores tradicionales y aparecieron movimientos alternativos como el pacifismo o el feminismo. Se desarrollaron las las armas químicas y la cirugía estética. Cuatro imperios desaparecieron para dar lugar a las grandes transformaciones europeas


La agricultura en Francia durante la Gran Guerra recayó sobre las mujeres. / CORBIS

1. La guerra se vuelve tecnológica

La guerra que tenía que servir para acabar con todas las guerras fue en realidad el comienzo de todos los conflictos modernos, el arranque de las "tempestades de acero" que describió Ernst Jünger. El historiador Max Hastings lo relata con precisión en su libro 1914. El año de la catástrofe cuando narra cómo los soldados franceses, vestidos con sus colores brillantes, avanzaban hacia el fuego enemigo bajo la música de tambores y clarines. "Las consecuencias fueron evidentes", escribe Hastings. "El 22 de agosto el Ejército francés sufrió bajas en una escala nunca superada por ningún otro ejército en una guerra".
Con la I Guerra Mundial, la revolución técnica llegó a los campos de batalla y cambió para siempre la forma en que se enfrentaban los Ejércitos. La tecnología se convirtió en un elemento esencial en el arte de la guerra. Se podría argumentar que ya lo había sido a lo largo de la historia (¿Se hubiese producido la Conquista de América sin la pólvora? ¿Roma hubiese conquistado el mundo conocido sin la superior organización de sus Ejércitos?); pero nunca fue tan importante y, sobre todo, tan destructiva aunque muchos militares tardaron demasiadas batallas y bajas en reconocerlo. Adam Hochschild describe en su ensayo sobre el conflicto Para acabar con todas las guerras cómo fueron entrando esas novedades en el campo de batalla: el submarino y los bombardeos aéreos de civiles, el carro de combate (pesaba 28 toneladas y avanzaba a tres kilómetros por hora), los ataques con gases tóxicos… Pero, por encima de todo, la innovación más importante fueron las alambradas de espino, el arma definitiva y también la más sencilla, que permitió que la guerra se estancase en las trincheras.
Douglas Haig, el discutido jefe de las fuerzas británicas en Francia, escribió con indudable lucidez al final del conflicto: "Algunos entusiastas de ahora profetizan que el avión, el carro de combate y el automóvil reemplazarán al caballo en las guerras del futuro pero yo creo que es probable que, en el futuro, el valor y las oportunidades del caballo sean tan grandes como siempre. Los aviones y los carros de combate solo son accesorios para el hombre y el caballo". Como tantas otras veces, no podía estar más equivocado. Guillermo Altares (El País)

2. Las armas químicas en Europa

Los intentos de limitar las armas químicas con la Conferencia deBruselas en 1874 y el Convenio de La Haya en 1899 no sirvieron para nada. Entre 1914 y 1918, los ingleses, los alemanes y los franceses recurrieron al uso de sustancias tóxicas, a veces mortales, en el campo de batalla.
Ya en otoño de 1914, los frenceses emplearon gas lacrimógeno que arrojaban a las trincheras enemigas. En abril de 1915, los alemanes, con una industria química más desarrollada que sus adversarios, esparcieron sustancias cloradas con ayuda de unas garrafas cuyo contenido se propagaba con la ayuda del viento. La escalada continuó con el uso de obuses cargados de gases nuevos como el fosgeno, más tóxico que las moléculas anteriores. En julio de 1917, los alemanes fueron más allá con el gas mostaza, también conocido como yperita, por el nombre de la ciudad (Ypres) en la que se utilizó por primera vez. Se trata de una molécula que no ataca solo las vías respiratorias sino también los ojos y la piel. Además, en las zonas por las que se ha propagado, el gas persiste y crea complicaciones para los combatientes.

Las armas químicas se convirtieron en un símbolo, pero su papel estratégico y militar no fue tan importante"
Olivier Lepick, autor de La Grande guerre chimique
"Pese a todo, el número de víctimas de las armas químicas, menos de 500.000, es limitado en relación con el número total", afirma Olivier Lepick, autor de La Grande guerre chimique (PUF, 1998). "Las armas químicas dejaron huella en el ánimo y se convirtieron en un símbolo de la guerra, pero su papel estratégico y militar no fue tan importante". Tras el conflicto, se firmaron nuevos acuerdos para prohibir su uso, en especial el Protocolo de Ginebra de 1925, pero que no preveía ningún método de control. Para eso hubo que esperar al acuerdo firmado por Naciones Unidas en 1993, que, además de declarar ilegales alrededor de 40 moléculas, crea un cuerpo de inspectores, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, que en 2013 recibió el Premio Nobel de la Paz. David Larousserie (Le Monde)

3. La transformación de Oriente Próximo

La Primera Guerra Mundial y los tratados que la siguieron transformaron el mapa de Oriente Próximo al crear nuevos Estados y nuevas realidades políticas en el territorio del derrotado imperio otomano. La rivalidad entre Gran Bretaña y Francia, la expansión del nacionalismo árabe, las ambiciones sionistas en Palestina y el nacimiento de laTurquía moderna cambiaron la faz de la región. Una de las ironías más formidables de la historia es que las líneas que se trazaron en las arenas de la guerra están empezando a difuminarse un siglo después.
El acuerdo Sykes-Picot de 1916 dividió en secreto los antiguos territorios otomanos en zonas de influencia británica y francesa. El sistema de mandatos creado por la Liga de Naciones en el periodo de entreguerras solo prometió llegar a un autogobierno, no a la independencia inmediata por la que Sharif Hussein había lanzado desdeLa Meca una revuelta en el desierto contra los turcos, con la ayuda del coronel T. E. Lawrence ("de Arabia"). Y, en otro ejemplo de promesas contradictorias, la Declaración Balfour de 1917 ofreció el apoyo delReino Unido a la creación de un "hogar nacional" para los judíos en Tierra Santa, y así sentó las bases para el nacimiento de Israel y el conflicto más difícil de resolver del mundo contemporáneo. Desde entonces, los historiadores no dejan de discutir sobre este enredo diplomático y sus funestas repercusiones.

Los mayores perdedores de la lotería de la posguerra en Oriente Próximo fueron los kurdos
Las diferencias étnicas, sectarias y tribales importaban poco a los encargados de diseñar el mapa en la era colonial. Irak se formó mediante la fusión de tres provincias otomanas, dominadas respectivamente por los chiíes, los suníes y los kurdos. Además, quedó separado de Kuwait, un dato que posteriormente daría pie a conflictos. Su rey era hachemita, procedía de la Península Arábiga y había sido expulsado de Siria; también lo era el rey de la vecina Jordania, nacida de un plumazo de Winston Churchill después de un almuerzo empapado en alcohol, celebrado en El Cairo en 1921. Líbano se arrancó a la "Gran Siria" con el propósito de establecer un hogar para los cristianos cuyo apoyo reforzaría la influencia de Francia.
Los mayores perdedores de la lotería de la posguerra en Oriente Próximo fueron los kurdos. Hoy, este pueblo, que aún carece de Estado, al menos disfruta de un gran grado de autonomía regional, además de una paz relativa, en el Estado federal de Irak, mientras que sus compatriotas en Siria controlan áreas a las que no llegan las fuerzas deBashar el Asad. La propia idea del nacionalismo árabe está en peligro, por culpa de los extremistas sectarios que apelan al islam para crear un nuevo califato (abolido por los turcos recién secularizados en 1922). Entre los enemigos de El Asad se encuentra un grupo yihadista vinculado a Al Qaeda. Su nombre en árabe es "El Estado Islámico en Irak y al Sham (Siria y Líbano)", una eliminación deliberada de las fronteras posteriores a la Primera Guerra Mundial. Ian Black (The Guardian)

4. La guerra y el movimiento obrero

Para el movimiento obrero y socialista europeo, así como para el incipiente movimiento sindical, el estallido de la Primera Guerra Mundial representa un golpe terrible. A pesar de la gran fuerza organizada de países como Alemania, Gran Bretaña y Francia, las direcciones de los partidos socialistas y socialdemócratas no acaban de movilizarse contra la guerra en el fatídico verano de 1914; la Internacional se hace añicos. Los partidos y las primeras organizaciones sindicales (con la excepción inicial de Italia, que conserva su neutralidad hasta mayo de 1915 y donde los socialistas mayoritarios seguirán oponiéndose a la guerra) se ven absorbidos en el esfuerzo productivo y bélico. Durante mucho tiempo, los obreros de las grandes industrias —en especial los obreros especializados, decisivos para la producción de maquinarias y armas indispensables para alimentar la monstruosa guerra de materiales en el frente— no solo están exentos de llenar las filas de un ejército que está formado en casi todas partes por campesinos, sino que además gozan de condiciones salariales y alimentarias especialmente favorables. A cambio, se prohíben las huelgas y los sectores estratégicos quedan sometidos a la disciplina militar.

Los partidos y las primeras organizaciones sindicales se ven absorbidos en el esfuerzo productivo y bélico
Pero la guerra, año tras año, destruye vidas y recursos: al tiempo que, en el frente, la situación militar parece estancada, empeoran gradualmente el abastecimiento de comida, el nivel de vida de las poblaciones civiles y las condiciones de los obreros en la fábrica. A partir de 1916, en los partidos socialistas, las facciones minoritarias empiezan a entablar un diálogo para buscar una solución pacífica al conflicto, mientras que en Rusia estalla la Revolución de febrero y después octubre de 1917. La situación cambia por completo: la presión política y social revolucionaria, la imposibilidad de sostener el sacrificio y el deseo desesperado de paz revitalizan y transforman de manera radical los partidos y las organizaciones sindicales de todos los países beligerantes. El fin del conflicto, en noviembre de 1918, deja como legado histórico un movimiento sindical europeo agresivo y organizado.Roberto Giovannini (La Stampa)

5. El gas venenoso

En verano de 2013 se podía sentir. Las imágenes de los niños muertos en Damasco. La indignación en la voz del presidente de Estados Unidos,Barak Obama. Habló de una "línea roja", y no se trataba de las meras cifras de muertos, sino de un tabú moral. Hoy día, la utilización de gas tóxico como arma de guerra es considerada universalmente un crimen, porque el recuerdo de 1915 —de un cruel experimento con horribles derivaciones— sigue vivo.
La prueba comenzó el 22 de abril de ese año. Los soldados alemanes, atrincherados cerca de la ciudad belga de Ypres, abrieron casi 6.000 recipientes de acero con cloro líquido. El viento transportó el gas, 2,5 veces más pesado que el aire, hasta sus enemigos británicos sobre un frente de unos seis kilómetros de ancho. El gas, que dañaba los pulmones, cogió desprevenidos a los soldados británicos. Mató a 3.000 de ellos. Poco después, todas las partes beligerantes lo empleaban: flotaba viscoso sobre los campos de batalla, provocaba la creación de zonas de restricción, causó lesiones a más de un millón de personas y mató a 70.000.


Un lancero alemán protegido con máscara de gas en marzo de 1917. / CORBIS
Una característica del gas tóxico, que hizo que finalmente fuese prohibido por el Derecho Internacional en 1925, es su crueldad: el 10 de julio de 1917, las tropas alemanas lanzaron por primera vez el agente "cruz azul", que atravesaba los filtros de las máscaras de gas y obligaba a quitárselas por la insoportable irritación que producía. Su apodo:rompemáscaras.
La segunda característica es que mata sin distinción. Es imposible alcanzar a un objetivo preciso. Mata a los soldados exactamente igual que a los civiles o a los niños. Ronen Steinke (Süddeutsche Zeitung)

6. Desarrollo de la cirugía

La cirugía se ha desarrollado en gran parte gracias a lo que ha ido aprendiendo en las guerras. La Primera Guerra Mundial no fue ninguna excepción, pero, cuando estalló, era un arte que acababa de entrar en la modernidad. Hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial para que llegasen los antibióticos capaces de curar e incluso prevenir infecciones que hasta entonces dejaban impotentes a los cirujanos, así como para la implantación de las técnicas de reanimación. Sin embargo, durante la Gran Guerra, y sobre todo inmediatamente después, los hospitales civiles y militares fueron escenario de una cirugía experimental.
En aquel conflicto, la utilización de armas nuevas, en particular los bombardeos masivos y los gases de combate, transformó la situación. La guerra de posiciones y las trincheras provocaron un aumento de las heridas en la cabeza y el rostro, las partes más expuestas a los disparos enemigos. Muchos combatientes salieron vivos pero lisiados, mutilados, desfigurados. Eran los gueules cassées (los caras rotas), según la expresión acuñada en Francia por el coronel Yves Picot, primer presidente de la Unión de heridos en el rostro y la cabeza, fundada en 1921.
Al acabar la Primera Guerra Mundial, Francia tenía alrededor de 6,5 millones de inválidos de guerra. Los cirujanos de los países implicados tuvieron que enfrentarse a una avalancha de gueules cassées, a los que trataron de devolver un rostro humano y mitigar su calvario en el momento de la vuelta a la vida civil. Faltaba carne, faltaba hueso, así que hubo que hacer injertos, una técnica que se desarrolló a tientas, igual que lo hizo, en la misma época y por las mismas razones, la transfusión sanguínea. Y junto a los injertos óseos o cutáneos, también empezaron a utilizarse prótesis y aparatos que parecían más instrumentos de tortura, sin lograr siempre, ni mucho menos, hacer milagros. Paul Benkimoun (Le Monde)

7. "Tu país te necesita"

"Tu país te necesita". Cuando en septiembre de 1914 los británicos comenzaron a ver este lema en carteles pegados por las calles de todo el país todavía no se habían apagado los ecos de los vítores, las canciones patrióticas y las marchas militares que resonaron en la estación Victoria de Londres como despedida a los soldados que marchaban al continente para luchar contra los soldados del Kaiser Guillermo II. Similares escenas se produjeron en París y Berlín. En la opinión pública europea estaba instalada la idea de que la guerra sería corta. A los sumo, unas pocas batallas, decisivas eso sí y naturalmente ganadas por el propio bando. Y luego todos a casa. La guerra era cosa de caballeros y las noticias de las sucesivas victorias de las tropas imperiales en lugares remotos de la geografía mundial multiplicaban esa idea romántica del riesgo y la muerte heroica.
Pero esa guerra, “la Gran Guerra”, se llevaría muchas cosas por delante. Apenas un mes después Lord Kitchener, secretario de Estado de Guerra, supo que ni la guerra sería corta, ni el problema serían la falta de balas, sino la falta de combatientes. Que una cosa era luchar contra ejércitos indígenas, o muy por detrás en términos de tecnología bélica, y otra contra un Ejército moderno extremadamente entrenado y dirigido por una selecta élite militar y militarista. "Esto no es la guerra, esto es el fin del mundo", escribía un muchacho de un regimiento británico de la India a su padre. Hacían falta hombres y urgentemente. Y es que con el nuevo armamento los muertos diarios no se contabilizaban por decenas sino por miles. Francia tenía ejércitos de leva prácticamente desde la Revolución, Alemania desde 1870, Rusia desde 1905. Millones de hombres disponibles, si no para luchar, al menos si para ser enviados al frente. Pero Reino Unido jamás en su historia, al menos desde la existencia de señores feudales, había recurrido al reclutamiento forzoso.

Sirvieron y murieron juntos. Muchos pueblos vieron como en una tarde morían casi todos sus hombres jóvenes
La respuesta al "Tu país te necesita" fue entusiasta. Cientos de miles de personas se apuntaron y se aplicó la regla de "quienes se alistan juntos, combaten juntos". Fueron destinados, o formaron los mismos batallones, que se autodenominaban "colegas" y "camaradas". Así se formaron por ejemplo el Batallón de Camaradas de Liverpool, formado principalmente por corredores de comercio de la city de esa ciudad inglesa, o los Colegas de Accrington o los Camaradas de Oldham, en referencia a sus localidades. Pero el índice de mortalidad en el campo de batalla era de una crueldad jamás vista en la historia de la humanidad. Se apuntaron juntos, sirvieron juntos y murieron juntos. Muchos pueblos vieron como en una tarde morían casi todos sus hombres jóvenes.
La guerra se enfangó. Literalmente. Los primeros aviadores que surcaban los cielos de Europa veían una cicatriz negra que durante cientos de kilómetros rompía el verde los campos. Una línea de frente que prácticamente durante dos años permaneció invariable. Lo único que cambiaba eran los hombres que ocupaban las trincheras. Nuevas remesas que reemplazaban sin cesar a los muertos y heridos. En marzo de 1916 Reino Unido adoptó una decisión drástica. Por primera vez en su historia, todos los hombres solteros de entre 18 y 41 años fueron reclutados con la excepción de religiosos, profesores, algunos profesionales metalúrgicos y los declarados incapaces. Si alguno se casó para evitar el frente, erró en su decisión. En mayo la medida afectaba también a los casados.
El reclutamiento obligatorio, y las causas que lo provocaban, dio una nueva perspectiva a la idea de la guerra. Unas 200.000 personas se manifestaron en el centro de Londres. En Francia, que sólo en los primeros meses de la contienda perdió 300.000 hombres fue causa de extendidos motines en 1917 que hicieron tambalearse el frente. En Rusia, la presencia de reclutas en San Petersburgo durante los disturbios de febrero de ese mismo año fue decisiva en la caída del zar Nicolás II.

“Tu país te necesita” se convirtió en un símbolo de sacrificio que los civiles británicos pagaron creces
Los conscriptos británicos tuvieron su bautismo de fuego apenas semanas después de ingresar a filas. Ataviados con sus ropajes en los que no había ninguna protección excepto un casco plato fueron lanzados a la batalla de Somme, el 1 de julio de 1916 y durante los meses siguientes protagonizaron lo que constituye la mayor tragedia militar de Reino Unido en el siglo XX y en toda su historia. Los muertos británicos ascendieron a 419.654. El entusiasmo había dado paso al desengaño y este al horror.
La guerra no cesó en su demanda de combatientes. En los últimos meses de la guerra el Gobierno amplió la edad de reclutamiento a los 51 años y lo mantuvo hasta 1920. Acabada la contienda en 1918 el Ejército profesional estaba tan diezmado que era imposible mantener el imperio si los reclutas forzosos volvían a la vida civil. "Tu país te necesita" se convirtió en un símbolo de sacrificio que los civiles británicos pagaron creces. Jorge Marirrodriga (El País)

8. La emancipación de la mujer

Una de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fue la emancipación de la mujer: este es uno de los clichés que distorsionan en numerosos relatos la realidad del conflicto.
Es una cuestión que los historiadores siguen debatiendo. No cabe duda de que, durante la guerra, las mujeres se ocuparon de tareas que antes habían sido fundamentalmente masculinas, no cabe duda de que obtuvieron derechos políticos más importantes en varios países como el Reino Unido, no cabe duda de que ciertas modas como él estilo à la garçonne representaron una liberación de los códigos femeninos tradicionales. Pero en realidad, el trabajo femenino ya estaba aumentando antes de 1914, y, al terminar la guerra, muchas mujeres regresaron a sus tareas anteriores.
La feminización del trabajo fue limitada y dependía de los sectores. Se incrementó en el comercio, las profesiones liberales y la banca. Por otro lado, a la mujer se le negaban todavía muchos derechos. (En Francia no pudo votar hasta 1944, mientras que en Alemania lo hizo en 1919 y en el Reino Unido obtuvo el derecho al voto en 1918 para las mayores de 30 años y en 1928 a los 21, igual que los hombres.) Y, sobre todo, las formas de emancipación de los papeles tradicionales solían ser muy limitadas, social y cuantitativamente. Varios estudios recientes destacan este periodo como una etapa de transición que prepara el terreno para las evoluciones posteriores. Nicolas Offenstadt (Le Monde)

9. Los aristócratas y la guerra

Los hijos de las clases altas británicas que tuvieron la suerte de sobrevivir a la Primera Guerra Mundial se encontraron a su regreso un país en plena transformación, en el que ya no tenían su sitio automáticamente garantizado.
La reducción de su número —hasta finales de 1917, los aristócratas sufrieron proporcionalmente más bajas en combate que ninguna otra clase social— hacía que recuperar el statu quo anterior a la guerra fuera físicamente imposible.
"Después de la guerra se encontraron con que faltaban los herederos: yacían en los campos de Flandes", dice Joanna Bourke, profesora de historia en Birbeck College, Londres. "El efecto fue devastador: murió el hijo del primer ministro, los hijos de varios miembros del gobierno, y eso significó que, en la inmediata posguerra, los pupilos que en el orden natural de las cosas habrían llegado a ser los nuevos dirigentes —sobre todo en política y en los negocios— habían desaparecido".
Pero no solo habían disminuido enormemente los miembros varones de las clases altas; también había mucha menos gente dispuesta a servir a sus familias como lo habían hecho durante cientos de años.

Se deslegitimó toda la estructura que mantenía el estilo de vida de la clase media alta”
Joanna Bourke, profesora de historia en Birbeck College
Muchas mujeres a las que la guerra obligó a dejar el servicio doméstico para incorporarse a las fábricas se negaron a renunciar a su nueva independencia. "Se deslegitimó toda la estructura que mantenía el estilo de vida de la clase media alta", explica Bourke.
"Hasta entonces, los criados de los hogares de clase media alta eran personas con una tradición familiar de trabajar allí. Cuando alguien se iba, la cocinera recomendaba a su sobrina. Pero eso dejó de ser así, y entonces se produjo una auténtica crisis de la mano de obra necesaria para mantener esa forma de vida".
El declive de las clases altas se aceleró aún más con la aprobación, en junio de 1917, de la Ley de Representación Popular, que otorgó el voto a cinco millones más de hombres y a casi nueve millones de mujeres.
La ampliación del derecho al voto, unida a la expansión del sindicalismo, dio a las clases trabajadoras una mayor representación social y, con ella, la libertad de desafiar el poder de los partidos establecidos y poner en tela de juicio la capacidad y la prudencia de quienes habían enviado a tantos soldados a la muerte.
Pero quizá el mayor presagio de la decadencia de la aristocracia surgió en el barro y la sangre del Frente Occidental, cuando se vio que la institución encargada de proteger el modo de vida británico tradicional se había convertido a su pesar en el instrumento de su disolución.
La introducción de la leva obligatoria en 1916 transformó un ejército profesional en un ejército de civiles, y llenó sus filas de hombres de clase media cuyas madres y cuyos padres ocupaban puestos importantes en la sociedad y exigían que los sacrificios de sus hijos no fueran en vano. También significó el ascenso de nuevos oficiales de origen humilde, que, como tantos miles de mujeres en la retaguardia, no estaban dispuestos a renunciar a la posibildiad de mejora social que les había deparado la guerra.
Como dice Bourke: "Esos combatientes regresaron —algunos, con medallas—, sin ningún deseo de volver a ser tenderos". Sam Jones (The Guardian)

10. El cine de propaganda

En una conversación con el filósofo Bogdanov, en 1907, Lenin habla del cine como “uno de los medios más importantes de instrucción de las masas”. En Italia, en 1922, Mussolini declara que el cine es "el arma más fuerte del Estado", y en 1936 pone la primera piedra para la construcción de Cinecittà. Bastarían estas dos proclamas para dar fe del vínculo existente, desde sus albores, entre la gran pantalla y la propaganda. Solo en Estados Unidos, donde David W. Griffith había rodado en 1914 El nacimiento de una nación, sobre la fundación del país, se produjeron entre 1915 y 1918 2.500 películas. Y durante la Gran Guerra, la mayor parte de la producción norteamericana y europea, tanto de noticiarios como de filmes de ficción, tuvo fines propagandísticos.


Fotograma de la película 'Armas al hombro' de Charles Chaplin en 1918. / IMDB
En Civilización (1916), Thomas H. Ince lanzaba, entre metáfora y fantasía política, un grito en favor de la paz. En Francia, en 1919, Abel Gance transmitía un poderoso mensaje antibélico en J’accuse,subrayado por el final de la película, en el que las jóvenes víctimas de la guerra se despiertan para reprochar a los vivos lo inútil de su sacrificio. En Italia, en la estela del éxito obtenido por Cabiria, de Giovanni Pastrone, Maciste alpino, de Luigi Romano Borgnetto y Luigi Maggi (1916), exalta los valores de la batalla y empuja al público a identificarse con el héroe protagonista. Pero la joya de la época, rodada en 1918, esArmas al hombro, de Charles Chaplin, que ilustra, suspendidos entre la ligereza y la tragedia, los horrores de la vida en el frente.
Muchos años después, cuando el cine de propaganda se haya convertido ya, tanto en la U.R.S.S. como en la Alemania nazi, en la Italia fascista como en Estados Unidos, en instrumento fundamental para orientar las conciencias, será de nuevo Charles Chaplin quien, con El gran dictador, demostrará que, al tiempo que se hace reír, es posible lanzar el más antibelicista de los mensajes. Fulvia Caprara (La Stampa)

11. El Sillon, antepasado de la democracia

La dimensión de la catástrofe que fue la Primera Guerra Mundial empujó a numerosos intelectuales y políticos franceses a alzarse en nombre de un lema: "Nunca más". Entre ellos destacaba un personaje, Marc Sangnier, que había fundado el Sillon a finales del siglo XIX. Esta corriente del cristianismo social proponía la reconciliación entre Iglesia y República, una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. Sangnier, como Jean Jaurès, fue enemigo acérrimo de los católicos monárquicos de Charles Maurras. Movilizado durante el conflicto como teniente de ingenieros, Sangnier recibió de Aristide Briand en 1916 el encargo de ir a ver al Papa encabezando una misión de paz, que fracasó. Terminó la guerra con el grado de comandante y condecorado con la Legión de Honor y la Cruz de Guerra.
Entre 1919 y 1924, Sangnier fue diputado. Se ganó el sarcasmo de sus colegas al proponer una colaboración internacional que no excluyera ni a Rusia ni a Alemania para restaurar Europa. Los miembros de la izquierda y la extrema izquierda eran los únicos que aplaudían a este curioso cristiano, pacifista radical y visionario, elegido en las filas de la derecha moderada pero al que los conservadores calificaban de "bolchevique cristiano". Su idea era organizar "la paz a través de la juventud", mediante los cauces de la internacional democrática. Esta última celebró varios congresos internacionales, el más numeroso el de Bierville, en 1926, que congregó a más de 5.000 participantes de 33 naciones, la mitad de ellos alemanes.
Cuando falleció Marc Sangnier, en 1950, las ideas que había defendido ocupaban el poder encarnadas en la democracia cristiana en Francia, Alemania e Italia. La idea europea que culminaría en el tratado de Roma en 1957 había empezado a andar. Michel Lefèbvre (Le Monde)

12. Los nuevos países en Europa

El fin del año 1918 reorganizó radicalmente el mapa de Europa central y del Este. En lugar de las tres potencias —Alemania, Rusia y el Imperio austrohúngaro— surgieron algunos países nuevos (o resucitados después de siglos). Los países de reciente creación eran pobres y estaban enemistados y cuidadosamente separados por los cordones de fronteras y aduanas. Fue una época de nacionalismos triunfantes. Tuvieron mala suerte aquellos que, como los ucranios, no fueron capaces de luchar por su país porque los rivales resultaron ser más fuertes.
Cuando en septiembre de 1918 el Imperio austrohúngaro intentó por su cuenta establecer contacto con las potencias occidentales y pedir el alto el fuego, el gobierno de Estados Unidos, la mayor potencia a la que la guerra no agotó, respondió que su posición ya la había expuesto el presidente Woodrow en los "14 puntos" en enero de 1918. Aparte de exigir la conclusión manifiesta de los acuerdos internacionales, la libre navegación en alta mar y la supresión de barreras en el comercio internacional, abordaban también las nuevas fronteras en Europa, basadas en los principios étnicos, así como el renacimiento de Polonia.

Las naciones de Europa central muchas veces se entremezclaban y reclamaban los mismos territorios
Durante la conferencia de Versalles, en 1919, el postulado de las "fronteras basadas en principios étnicos", resultó ser no solo utópico, sino que se convirtió en el foco de muchos conflictos. Las naciones de Europa central muchas veces se entremezclaban y a menudo reclamaban los mismos territorios. Cualquier resolución tomada por las grandes potencias originaba protestas diplomáticas y, a menudo, también conflictos armados.
El país de nueva creación más grande fue Polonia, renacida después de 123 años de ocupación. Ganó sus fronteras después de una serie de conflictos armados con Alemania, LetoniaUcrania, Checoslovaquia y la gran guerra con la Rusia roja. En 1923, cuando por fin se acordaron las fronteras de Polonia, la república mantenía relaciones medianamente amistosas con solo dos países vecinos, la diminuta Letonia, al norte, y la alejada Rumanía al sur. Esta situación iba a tener en breve malas consecuencias. Adam Leszczyński (Gazeta Wyborcza)

13. La economía planificada

Antes de que la URSS impusiera la economía planificada a la mitad de Europa, la inventaron los alemanes. Las primeras leyes que limitaban la libertad económica se introdujeron el 3 de agosto de 1914. El Estado fue asumiendo sucesivamente el control sobre los ahorros de los ciudadanos, el comercio exterior, la producción y la venta de productos alimenticios, estableció los precios máximos de distintos bienes e introdujo las "asociaciones de materias primas", que dirigían la distribución de las escasas materias primas de acuerdo con las necesidades de la economía de guerra.
En noviembre de 1916 se creó la Oficina de Planificación y se introdujo la movilización total de los recursos y de la mano de obra. La industria se organizó en 170 "sociedades de guerra", basadas en las antiguas asociaciones sectoriales. El programa detuvo la caída de la producción para el Ejército, aunque la industria de productos de consumo y la agricultura seguían reduciéndose. Los precios de los alimentos básicos se multiplicaron por ocho durante la guerra y millones de alemanes tuvieron que pasar hambre; las raciones eran de 700–900 calorías al día.
Los que vivieron esa época tenían claro que la movilización militar de Alemania fue un logro importante. La movilización impresionó a los bolcheviques, que por aquel entonces estaban a la espera de hacerse con el poder en Rusia. Cuando Lenin tomó el poder en 1918, introdujo en Rusia el "comunismo militar", una economía basada en la nacionalización universal, las requisiciones y las expoliaciones. Esta economía les dio a los bolcheviques el control sobre la vida económica, así como los recursos necesarios para ganar la guerra civil, pero trajo también el desplome del nivel de vida, la miseria generalizada y la destrucción de la capacidad productiva.

La economía planificada gustaba a políticos y periodistas con puntos de vista políticos muy dispares
A comienzos de la década de 1920, los comunistas rusos anunciaron la "Nueva Política Económica" y asumieron un compromiso con el mercado, al cual dejaron una gran parte de la producción de bienes de consumo.
La economía planificada gustaba a políticos y periodistas con puntos de vista políticos muy dispares. En el período de entreguerras, sacudido por la hiperinflación y por la Gran Depresión, la creencia general era que el capitalismo era el origen del caos y asignaba las fuerzas productivas de manera inefectiva. Tanto la extrema izquierda como la extrema derecha creían que el capitalismo favorecía el enriquecimiento de unos pocos y la pobreza de las masas, y que la economía planificada permitía igualar los ingresos y fomentaba una mayor solidaridad social. Después de la Gran Depresión, se experimentó con distintas formas de planificación económica en muchos países europeos, no solo en los regímenes totalitarios de Alemania y Rusia, sino también en Polonia.Adam Leszczyński (Gazeta Wyborcza)

14. Un pacifismo más modesto

Bertha von Suttner, la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz, decía con ironía en una ocasión que humanizar la guerra era como meter a alguien en aceite hirviendo y bajar la temperatura un par de grados. O también como si a un esclavo se le prometiese a secas que en el futuro recibiría algunos latigazos menos.
A principios del siglo XX, la austríaca Suttner ocupaba la cúspide de un pacifismo europeo absolutamente puro. Pero cuando más tarde estalló la guerra en el Continente, la experiencia de las trincheras provocó que muchos belicistas entusiastas se convirtiesen en arrepentidos pacifistas: por ejemplo, en los primeros días de la contienda, Kurt Tucholsky, el escritor alemán, había corrido como loco a alistarse; después, decepcionado, calificaba a la guerra de "letrina de dimensiones mundiales llena de sangre, alambre de espino y cantos de odio". Tampoco los veteranos pacifistas de la escuela de Suttner la superaron incólumes.
Es cierto que, después de la guerra, los pacifistas tenían muchos más seguidores que antes: en Alemania, los grupos antibélicos contaban con unos 70.000 miembros, lo cual, aun así, seguía siendo poco comparado con los 500.000 integrantes de las asociaciones de soldados. Pero, sobre todo, la guerra acabó con una parte de su seguridad en sí mismos. Antes de 1914, los pacifistas todavía soñaban con que podría existir un contrato que prohibiese las guerras, una idea ajena al mundo, como se ha demostrado. Actualmente, los movimientos antibélicos aspiran a alcanzar principalmente metas más modestas y realistas: desarme, acuerdos entre las naciones, reconciliación, y también una humanización de la guerra a través de la renuncia a determinadas armas. Ronen Steinke, Süddeutsche Zeitung

Tres frentes vivos un siglo después

Los efectos de la Gran Guerra están vigentes en las tierras envenenadas de Verdún. Pero también en el nacimiento de la Turquía moderna tras la batalla de Galípoli o en la memoria gloriosa de los habitantes de Piave

1. Galípoli, el nacimiento de la Turquía moderna


Es una mañana de invierno fría y radiante y el ferry cruza perezosamente el estrecho de los Dardanelos desde Canakkale hacia Eceabat, en la península de Galípoli, en el noroeste de la actualTurquía. La embarcación transporta algunos coches y autobuses y a unas pocas personas, que observan el mar casi vacío.
La imagen era muy diferente otra mañana de invierno, la del 19 de febrero de 1915, cuando acorazados británicos y franceses comenzaron a bombardear los fuertes que el Imperio Otomano —aliado de las Potencias Centrales— había establecido a ambos lados del estrecho.
Los Aliados querían controlar los Dardanelos y llegar hasta Constantinopla en el Bósforo. Su gran ofensiva naval tuvo lugar un mes después: 18 acorazados, acompañados de cruceros y destructores, buscaron alcanzar la parte más estrecha del paso. El resultado fue de tres acorazados hundidos y otros tres dañados.
Los Aliados decidieron entonces atacar por tierra. El 25 de abril, soldados británicos desembarcaron en el extremo sur de la península. Fuerzas australianas y neozelandesas, o ANZAC, por sus siglas en inglés, lo hicieron en una estrecha playa en la costa oeste, que acabaría siendo conocida como la Cala de ANZAC.


Tropas británicas en su avance hacia Galípoli el 6 de agosto de 1915 / HULTON ARCHIVE (GETTY)
Hoy, la península de Galípoli recibe el ferry entre el frío y el viento y con un paisaje de pequeñas playas escarpadas y caminos que serpentean entre colinas llenas de pinos. Y de tumbas.
Lápidas blancas, pequeños monumentos y memoriales enormes surgen continuamente a ambos lados de los caminos y conforman 32 cementerios en los que yacen soldados del bando aliado. Además, hay al menos 28 fosas comunes en las que las tropas otomanas enterraron a sus caídos.
El día del desembarco, los turcos consiguieron contener el ataque pero en ANZAC pronto se quedaron sin munición. Mustafá Kemal, un teniente coronel de 34 años, arengó entonces a sus soldados: "Os ordeno no que luchéis sino que muráis. En el tiempo que pase hasta que muramos, otros soldados y otros comandantes podrán avanzar y ocupar nuestros puestos". Sus tropas, armadas únicamente con bayonetas, se lanzaron al encuentro de australianos y neozelandeses, que fueron contenidos.

Mustafá Kemal  arengó a sus soldados: "Os ordeno no que luchéis sino que muráis. En el tiempo que pase hasta que muramos, otros soldados y otros comandantes podrán avanzar y ocupar nuestros puestos"
Tras el conflicto, Kemal lideraría a los turcos en su Guerra de la Independencia contra los Aliados y, en 1923, se convertiría en el fundador de la República Turca. Acabó recibiendo el título de Ataturk, o "padre de los turcos". Hoy, Turquía conmemora la defensa otomana de Galípoli como el momento clave que dio origen a la idea moderna de su actual república.
Durante la campaña, una tregua permitió a australianos y neozelandeses confraternizar con los turcos, en lo que sería el inicio de una amistad particular. El sufrimiento compartido acabó provocando gestos de camaradería. Los turcos lanzaban dátiles y dulces al otro lado de la tierra de nadie y los aliados respondían con carne enlatada y cigarros.
"La Campaña de Galípoli se convirtió en algo muy importante para la psique australiana, cuando aún éramos un país joven y deseoso de mostrar a la patria ancestral que ya éramos mayores", reflexiona Nicholas Sergi, cónsul australiano en Canakkale y que extiende esta impresión a sus vecinos neozelandeses.
Hoy, Canakkale y la Península de Galípoli se han convertido en lugar de peregrinaje. El 25 de abril, día del desembarco, es para Australia y Nueva Zelanda el Día de ANZAC, una fiesta nacional que conmemora la Campaña y que cuenta con actos oficiales también en Galípoli. No sólo Turquía sino también los oceánicos trazan a aquella campaña el nacimiento de sus naciones.
En 1915, los Aliados, vencidos por la resistencia turca y la dureza de las condiciones, acabaron evacuando la península entre diciembre y enero. Aunque las cifras exactas se desconocen, se considera que cada bando sufrió unas 250.000 muertes, debidas tanto a los combates como a enfermedades. Medio millón de muertos, de los que unos 120.000 están enterrados en Galípoli.
“A esos héroes que derramaron su sangre y perdieron sus vidas, ahora vivís en la tierra de un país amigo, por lo que podéis descansar en paz. Para nosotros, no hay diferencias entre los Johnnies y los Mehmets que yacen juntos aquí en nuestro país”, escribió Ataturk en 1934 para conmemorar la batalla.
Hoy, ya de noche, el ferry vuelve hacia Canakkale. Una enorme inscripción iluminada en una de las colinas rompe la oscuridad. Son palabras del poeta turco Necmettin Halil Onan:
“¡Detente, viajero!
La tierra que pisas
Fue una vez testigo del fin de una era.”
Por Jose Miguel Calatayud (El País)

2. El frente del Piave

En Visnadello, un pequeño barrio del pequeño municipio de Spresiano, en la provincia de Treviso, a cuatro kilómetros del río Piave, hay una casa que narra una historia. Se llama, desde que se construyó en 1899,Casa Rossi. La historia que cuenta es tan gloriosa que los italianos la han convertido en leyenda, “La leyenda del Piave”: “Se oía al fin desde las amadas orillas, / susurrado y leve, el júbilo de las olas. / Era un presagio dulce y lisonjero, / el Piave murmuró: / No pasa el extranjero”. Durante varias generaciones, hemos crecido con estos versos en la cabeza, aprendidos en el colegio. Es una de las pocas victorias genuinas que podemos celebrar los italianos. Aquí, en las amadas orillas, durante tres años, nuestros soldados libraron con los austrohúngaros una de las batallas más terribles de la Gran Guerra. Al final, el extranjero no pasó.
Los Rossi siguen viviendo aquí. La mujer que me recibe se llama Norina, esposa de Giacomo Rossi, apodado Gimo, con el que tuvo dos hijos, Paola y Piero. Otro Piero, el padre de Giacomo, tenía 31 años en el otoño de 1917, cuando --después de la derrota de Caporetto--, el ejército italiano requisó la casa para convertirla en pusto avanzado del mando para la resistencia en el Piave. “Se evacuó a las mujeres --relata la signora Norina-- a Cento, en el Ferrarese; a mi futuro suegro Piero le llamaron a filas y le enviaron a Saronno, en Lombardía; su padre se quedó en casa como anfitrión de los soldados”. Los soldados eran los del 79º Batallón de Zapadores del Arma de Ingenieros, bajo el mando del comandante Mario Fiore, un napolitano nacido en 1886 y alumno de la Academia Militar de Turín. En una pared de la casa, una lápida colgada el 17 de junio de 1934 recuerda su presencia.

Cassa Rossi está hoy, en el edificio principal, prácticamente como en los años de la Gran Guerra. Salvo que entonces todo esto era campo abierto; había un martillo pilón para fabricar material agrícola y un molino alimentado por un ramal del Piave, el canal Piavesella. En el salón, junto al sofá, queda una caja de madera revestida de cobre en la que se guardaban los fusiles. “Mi padre, Luigi Secondo Bettiol, había nacido en el 99. Le llamaron a filas a los 17 años y luchó la batalla del Piave en Pederobba; después le nombraron Cavaliere de Vittorio Veneto”, relata la signora Norina, que ha escrito las memorias de la familia y conserva el diario que redactó el comandante Fiore en esta casa. Una reliquia.

Es una de las pocas victorias genuinas que podemos celebrar los italianos. Aquí, en las amadas orillas, durante tres años, nuestros soldados libraron con los austrohúngaros una de las batallas más terribles de la Gran Guerra
Fiore llegó a Casa Rossi en febrero de 1918. “Estoy aquí desde ayer por la mañana”, anota el domingo 24 de febrero a las 17 horas. “Se trabaja para restablecer el dique principal de la orilla derecha del Piave”. En el Montello se reúne con los aliados ingleses, y su primera impresión es crítica: “Nada que aprender de los ingleses. Un comandante al mando de una batería inglesa nos ha dicho: ‘Aquí, en Italia, estamos de visita’”. En cambio, tiene buena imagen de los franceses: “Mucho que aprender, sobre todo en el uso de los aeroplanos y la artillería (...) Nosotros hacemos avanzar a la infantería sin gran protección de la artillería. Al hablar de nuestros soldados, el comandante francés nos dijo: ‘Tenéis hombres que sufren y saben sufrir’”. El 28 de febrero describe el bombardeo austriaco de Spresiano (“Me ha matado a un soldado y me ha herido a otros ocho”), el 27 de marzo critica a sus superiores: “Nos declaran indispensables solo cuando les resulta cómodo. El resto del tiempo nos dan patadas en el trasero”.
El último apunte es del jueves 13 de junio: “Calma y silencio: solo unos cuantos disparos de artillería contra Spresiano. ¿Se avecina o se aleja la ofensiva austriaca?” Se avecinaba. Durante la batalla, a las tres de la tarde del 17 de junio de 1918, el comandante Fiore cae en San Mauro di Bavaria, alcanzado en el pecho por disparos de ametralladora. En una carta a su hermana Gemma, había descrito así a quienes combatían por la patria: “Ellos sí van al encuentro de la muerte; ¡pero qué distinta esa muerte de la que golpea al hombre en su casa, después de una larga vida, casi como ley natural! La vida de estos se ve truncada, pero algo suyo permanece para toda la eternidad, permanece su hazaña, que la muerte no logra destruir y que sumerge sus nombres en la inmortalidad”.Por Michele Brambilla (La Stampa)

3. Verdún y las consecuencias ambientales


Situado a unos kilómetros de Verdún, el lugar parece un trozo de tundra transportado al este de Francia. Unos cuantos líquenes miserables, unos musgos canijos pegados al sol, cuando, alrededor, el bosque despide hacia el cielo sus múltiples esencias. El claro tiene un sobrenombre muy conocido para los guardas forestales y los cazadores que se acercan a comer allí desde hace generaciones: el lugar de los gases.
Son pocos los que conocen todavía el motivo de ese topónimo. Aquí, después del Armisticio, se transportaron y neutralizaron cientos de miles de obuses sin explotar de los campos de batalla circundantes. Doscientos mil de ellos pertenecían al arsenal químico, del que la Primera Guerra Mundial fue triste laboratorio.
La tierra conserva las secuelas de la operación. En 2004, tres investigadores, los alemanes Tobias Bausinger y Johannes Preuss, de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, y el francés Eric Bonnaire, de la Oficina nacional de bosques, emprendieron un análisis del terreno. Su estudio, publicado en 2007, es revelador. El suelo rebosa de metales pesados, cobre, plomo, zinc y, sobre todo, arsénico y perclorato de amonio, que se utilizaban como detonadores de los obuses. La concentración de arsénico es entre 1.000 y 10.000 veces la del medio natural. El suelo está tan contaminado y es tan ácido que solo consiguen sobrevivir en él tres especies vegetales (Holcus lanatus, Pohlia nutans y Cladonia fimbriata). En 2005, las autoridades francesas decidieron cercar el lugar, y en 2012 prohibieron oficialmente el acceso.

El suelo rebosa de metales pesados, cobre, plomo, zinc y, sobre todo, arsénico y perclorato de amonio, que se utilizaban como detonadores de los obuses
El lugar de los gases no es el único legado ambiental de la guerra de 1914-1918. En la antigua línea del frente, en Francia y en Bélgica, muchos lugares conservan los estigmas ecológicos del conflicto. Al acabar la guerra, los poderes públicos delimitaron una zona roja que abarcaba los principales campos de batalla. El Estado compró los terrenos más afectados, plantó bosques en ellos y no volvió a ocuparse de estos santuarios. Bajo la presión de los habitantes, que desconocían los riesgos, poco a poco se empezó a cultivar o a construir otra vez en las demás zonas. «La amnesia es general al cabo de un siglo», dice Jacky Bonnemains, responsable de la asociación ecologista Robin des Bois.
Bonnemains hace una labor de fondo desde hace 14 años. Según él, las armas de la Gran Guerra siguen envenenando a la gente. El arsénico contenido en el suelo llega a las capas freáticas. El plomo de la metralla satura algunos terrenos. Otros materiales no degradables como el mercurio seguirán contaminando durante mucho tiempo, tal vez siempre, el medio ambiente. «Nos encontramos ante un fracaso moral», asegura. «Los franceses, ingleses y alemanes que inventaron las armas químicas se muestran hoy desinteresados».
Los habitantes se enfrentan de forma periódica a problemas de contaminación. En el otoño de 2012, el agua potable de más de 500 municipios de la región de Nord-Pas-de-Calais fue declarada inapropiada para el consumo, debido a un índice anormalmente alto de perclorato de amonio. Más de 400 de ellos sufren todavía restricciones de uso. Las autoridades sanitarias mantienen cierta vaguedad sobre los orígenes de la contaminación, pero la cartografía de los lugares afectados corresponde a la de los combates más duros. Los alcaldes de los municipios no tienen ninguna duda sobre las causas.
Aproximadamente el 15% de los miles de millones de obuses utilizados durante el conflicto no explotaron; muchos de ellos están aún sepultados. De vez en cuando sale alguno a la superficie, en el transcurso de una obra, o bajo la reja de un arado. Entonces se evacúa a la población mientras se procede a neutralizarlo. Una labor casi rutinaria.

Aproximadamente el 15% de los miles de millones de obuses utilizados durante el conflicto no explotaron; muchos de ellos están aún sepultados
La brigada de limpieza de minas de Metz, que cubre tres departamentos de la antigua línea del frente, registra entre 900 y 1.000 peticiones de intervención cada año, y desactiva, solo en esta parte de las antiguas trincheras, de 45 a 60 toneladas de munición. «Somos los basureros de los campos de batalla», dice Christian Cléret, responsable de este equipo de 11 personas, y cuyo padre se dedicaba a lo mismo. Sus descendientes podrán prolongar la tradición: los más pesimistas calculan que se tardarán varios siglos en limpiar del todo la zona. «Hay al menos para varias docenas de años», asegura Cléret.
El artificiero tiene 33 años de experiencia, de modo que sabe evaluar de un golpe de vista el tipo y la peligrosidad de los obuses, las granadas y otras herencias del pasado. «Cuanto más pasa el tiempo, más grave es el problema de la sensibilidad. Las carcasas se han vuelto más frágiles después de haber permanecido tantos años en la tierra húmeda», dice. «Esas condiciones aceleran el proceso de envejecimiento».
Alrededor del 2% de las municiones encontradas son químicas, sobre todo yperita (gas mostaza), fosgeno y difosgeno. Christian Cléret y sus hombres han aprendido a localizarlas. «Cuando tenemos sospechas, procedemos a una radiografía».
Después transportan esas municiones al campamento militar de Suippes, en Marne. Allí hay almacenadas casi 200 toneladas. En 1997, después de que Francia firmara el Convenio que prohíbe almacenar armas químicas, se puso en marcha un proyecto para construir un centro de tratamiento, llamado SECOIA, Sitio de Eliminación de las Cargas de Objetos no Identificados Antiguos. Tras muchos retrasos y rediseños, las obras acaban de empezar, en Mailly-le-Grand. Está previsto que la planta se inaugure en 2016, como pronto. Los obuses químicos se harán estallar en una cámara de detonación estanca y los residuos recuperados se procesarán en otras unidades especializadas.
Después de la guerra, los bandos beligerantes escondieron las municiones no utilizadas, en particular las químicas, en lugares considerados del máximo secreto. No se conoce ningún inventario. En Francia se sumergieron miles de toneladas en el lago de Avrillé (Maine-et-Loire) y otras municiones se enterraron en la sima de Jardel (Doubs). En Bélgica, una parte de la reserva de proyectiles yace frente a las costas de Zeebruge. Está claro que los militares no pensaron en la posteridad. «Cuando la gente quiere librar una guerra, se preocupa poco por las generaciones futuras», observa Jacky Bonnemains.